El enfoque o perspectiva de género es la capacidad de analizar las situaciones, conductas o emociones teniendo en cuenta las diferencias de género que se dan en la sociedad actual.

El género es un constructo social que se crea a medida que vamos creciendo y que basa su función en adecuarse a las normas sociales impuestas acerca de cómo comportarse de acuerdo a los estereotipos y roles asociados al género masculino o femenino.

Al ser algo cultural o social -no biológico- no podemos ser tan simplistas y reducirlo todo a dos únicos géneros pues la propia complejidad del ser humano es demasiado grande como para darse este binarismo, especialmente en una sociedad que está cambiando y abriéndose a otras maneras de expresarse que no son puramente masculinas o femeninas. Tener en cuenta la amplitud de géneros, también es tener perspectiva de género.

Cuando alguien va a terapia, la persona encargada de dicho proceso terapéutico tiene que analizar muchos factores para poder realizar una intervención de manera correcta. Estos factores son:

Factores biológicos como la edad, la genética o la salud física.
Factores psicológicos como las creencias, personalidad, emociones o expectativas.
Factores sociales como el entorno, la familia, el trabajo o las amistades.

Los roles y estereotipos a los que nos hemos referido, están asociados muy de cerca a las creencias, es decir, a lo que pensamos en profundidad, casi de manera inconsciente y de forma muy arraigada.

Por ejemplo: “La mujer es más débil”.

El género influye también en las emociones y en la manera que tenemos de expresarlas.

Por ejemplo: “los hombres no lloran”, “las mujeres son unas histéricas”.

Y de una manera muy clara el entorno y la sociedad influyen en el género.

Por ejemplo: Cuando se espera que a una hija le guste el rosa, los lazos o los vestidos y a
un hijo, por el contrario, nada de esto.

Con estos ejemplos no queremos decir que tenga que ser así y ajustarse a esos roles, sino que si no tienen en cuenta, habrá aspectos que no se puedan abordar integralmente.

Veamos dos situaciones en las que es básico tener esta visión:
(1) Mujer que ha sufrido una agresión sexual por parte de un familiar. Gracias a la perspectiva de género se pueden observar y analizar las dinámicas de poder entre la víctima y el agresor, la influencia de él sobre la familia y las consecuencias sobre ella. Sin esta visión probablemente se pueda caer en el error de no ver estas dinámicas patriarcales, de culpar a la víctima o de experimentar una victimización secundaria, etc.

(2) Hombre que acude a terapia por agresión física a su pareja (tras dictaminarse la sentencia en terapia), nuevamente sin esa perspectiva de género será imposible que se abarque esta violencia específica con los recursos específicos necesarios y tal vez se puedan cometer errores como centrarse en el control de la ira sin analizar y tratar la asimetría de poder y el control que ejercen los maltratadores sobre sus víctimas o las creencias que pueda tener sobre las mujeres, como por ejemplo que son inferiores a los hombres.

Estamos viendo cómo el género influye en muchos aspectos de la vida por no decir, en todos,
¡Cómo para dejar ese factor en la puerta de la terapia! Imposible.

La perspectiva de género tiene que ir contigo y tu terapeuta a terapia.

Escrito por la Psicóloga Cristina S. Roquero